"Mi peso siempre ha sido una lucha. Seguí prometiendo cambiar, pero la balanza seguía subiendo. Empecé a fumar. Era talla 32. Todavía tenía mucha vida por delante; no quería pasarla así. Mi médico sugirió un asesor de salud. Ella me habló de los recursos gratuitos para dejar de fumar y me ayudó a calcular el tamaño de las porciones para comer saludablemente. Soy más fuerte ahora; no he fumado en cuatro años. He perdido más de 100 libras. Compro ropa en tallas regulares. He superado lo que solía ser, y no tengo intención de volver atrás".

"Dicen que los médicos son los peores pacientes; yo lo era. Diabetes, colesterol alto, presión arterial alta; falté a las citas, no tomé medicamentos. Mis riñones se pusieron tan mal que me pusieron en diálisis. Cuando no respondí las llamadas de mi enfermera, ella vino a la clínica de diálisis. Le dije que estoy tan enferma, que no puedo cuidar mi casa y mi patio, y que solo trabajo unas pocas horas al día. Ella recomendó fisioterapia y fue a mi primera cita conmigo. Me puse más fuerte. ¡Hoy trabajo a tiempo completo y puedo cortar el césped! Eso no suena como un privilegio en el verano de Luisiana, pero para mí es un milagro ".

"Sabía que mi colesterol alto me ponía en mayor riesgo de enfermedad cardíaca". Sabía que necesitaba cambiar. Simplemente parecía demasiado difícil empezar. ¡Entonces, mis triglicéridos alcanzaron 1,274! Los niveles 'altos' comienzan en 200. Llamé a mi enfermera, asustada de que me hubiera ido demasiado lejos. Ella dijo que tomaríamos esto un día a la vez, juntos. Comenzamos poco a poco, con cambios fáciles de dieta. Luego, hicimos un plan de ejercicio para que pudiera bajar mis niveles sin medicamentos. Después de un mes, mis triglicéridos disminuyeron y había perdido peso. Seguiré avanzando, con manos de ayuda para guiarme ".

"He tomado insulina por años. Normalmente estoy encima de eso. Pero mis horas de trabajo se redujeron, mis hijos necesitaban cosas y no podía pagarlo todo. La insulina no parecía importante. Por lo demás estaba sano; podía manejar esto. Pero mi nivel de azúcar en la sangre superó los 200. Me sentí mareado, cansado, sediento. Estaba demasiado avergonzado para decirle a mi médico que no podía pagar mi medicina. Avergonzado, le dije a mi enfermero la verdad. Él no juzgó; me ayudó. Habló con mi médico, logró que me cambiara a una insulina de menor costo. Ahora, mis niveles están por debajo de 100. Me siento más fuerte sabiendo que tengo un aliado".